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El big data o el fin de la privacidad

El big data, en español macrodatos o inteligencia de datos, es un tema que causa una gran preocupación a los consumidores de hoy en día.

El big data es la cantidad de datos o información que las empresas manejan y van acumulando. El software actual ya no da a basto y la ciencia de la informática ha centrado sus esfuerzos en buscar la tecnología adecuada que haga frente a este gran problema.

A los consumidores les preocupa que las empresas acumulen masivamente sus datos personales. Es más, incluso hay empresas que venden los datos a otras para la captación de nuevos clientes.

Este es uno de los mayores problemas de los negocios hoy en día: los consumidores intentan resguardar sus datos privados lo más posible. De hecho, hay una generación con una especie de fobia a las tarjetas de crédito, ya que con ellas se maneja un big data impresionante que atenta contra la intimidad de las personas.

Al pagar en efectivo, evitamos entregar a desconocidos todos nuestros datos personales, y podemos poner freno a que puedan ser aprovechados por los inescrupulosos.

La falta de privacidad, el lado más negativo del big data

Los consumidores conscientes sienten pavor del big data y lo achacan a lo que lo que suele suceder con sus datos privados. Sea como fuere, se siente una mayor falta de privacidad en comparación con la de hace años.

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Hoy en día, en virtud del tamaño enorme de esta masa interminable de datos llamada big data, cada uno de los movimientos de una persona es detectado por las empresas, ocurra donde ocurra. Así, las compañías saben perfectamente qué es lo que alguien consume, cuándo lo hace e incluso por qué.

Así, cuando la empresa recibe los datos que ha comprado o negociado, el perfil del consumidor está muy delineado. De este modo, el comprador teme haber dejado de tener nombre y apellidos: ahora es un número que representa un objetivo interesante y controlable a quien la empresa puede casi obligar a adquirir un producto.

¿En qué profundidad pueden saber sobre mí?

Aquí es vital que echemos una mirada hacia las redes sociales. Allí, cada perfil revela los gustos exactos de cada persona. Estos datos quizá no se mencionen explícitamente, pero pueden escudriñarse a través de las amistades que uno establece.

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Por ejemplo, el perfil de un amante del arte nos conducirá a personas y lugares relacionadas con este gusto. Por tanto, el big data abarca absolutamente todos los rincones, expuestos o no, de una persona, navegue o no por la red.

Ni mayor ni menor es el grado de temor que sienten los consumidores, cuando están tentados a adquirir un producto, sea en la red o en un local físico. Salvo que se abone en efectivo (única forma de aparecer como comprador anónimo), el comprador queda incorporado a esa masa infinita de datos que se traspasa de empresa en empresa, sin saber a ciencia cierta en manos de quién podrán caer finalmente sus datos.

Y, aunque parezca una película de ciencia ficción, también, parte de los delitos que se cometen contra las personas se basan en los informes del big data.